Juego del chivo/cabrito

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Se dice que el «juego del cabrito» tuvo su origen entre los mongoles, muy aficionados a cabalgar. Hay quienes afirman que en sus principios era practicado con el animal vivo, que de esta manera tenía que sufrir la tortura para diversión humana. Después se le dio muerte previamente.

El juego pasó a Europa posiblemente con las incursiones de estos guerreros orientales, que formaron parte de las huestes conducidas por Gengis Khan primero y Atila después. En ese continente arraigó y llegó a España con el nombre original, y allí empezó a ser conocido por ese y por el «chivo». Era el «chivo expiatorio» de la fase alusiva a quien paga la culpa de otro.

En nuestra tierra adquirió carta de tradición, al igual que en otras partes de América, practicado por la gente del campo. Durante largo tiempo, desde finales del siglo XIX, el Palmar del Oratorio fue un lugar conocido para realizar el «juego del chivo», al cual acudían espectadores y competidores de lugares cercanos, incluida la capital. Los contendientes en este juego, mejor dicho justa de competencia, eran generalmente fornidos mozos comarcanos curtidos en labores de campo realizadas a caballo; eran, por tanto, diestros jinetes, curtidos en el arte de montar, enlazar y sujetar animales, que acudían con sus mejores cabalgaduras para competir en el torneo que se efectuaba con el chivito previamente degollado. Esta diversión popular todavía cuenta con muchos adeptos en zonas rurales, habiéndose constituido en un espectáculo anual efectuado en un lugar cercano a Portachuelo, en la playa del río Guendá.

Una vez muerto el chivo o cabrito que servirá para el juego, y amarradas a las patas delanteras y traseras sendas correas de cuerdo crudo, es depositado en el suelo. Los jinetes, ya listos, deben pugnar por levantarlo del suelo para iniciar la diversión, que requiere el espacio del campo abierto para las carreras y persecuciones. El primero en hacerse con la presea la sujeta con una mano sobre su montura y emprende veloz carrera, perseguido por los demás a porfía, hasta que uno consigue arrebatarle el chivo después de contender con él por la fuerza, sujetando una de las ataduras. Si logra quitárselo le corresponde huir a su vez, pues la cabalgata lo perseguirá para quedarse con el chivo.

El juego continúa de esta manera hasta que uno logra zafarse de los demás y llegar con el trofeo a una meta establecida. Anteriormente debía llegar a casa de alguien y arrojar el chivo al suelo; esto indicaba su deseo de que ahí se hiciese el concebido festejo con licores, baile, y por de contado, el animal convenientemente preparado para la comilona. Podría decirse que este era el esperado remate de la diversión.

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