Trompo

santa cruz trompo

Es una diversión que tuvo su origen en la antigüedad, pues excavaciones arqueológicas han encontrado este juguete entre los restos de la Tebas griega. Allí y en Roma fue de gran aceptación entre el mundo infantil. Dos poetas latinos, Virgilio y Pesió, nos hablan del «trompo»: el primero, del siglo uno antes de Cristo, en la Encida; el segundo, de la primera centuria de nuestra era, en sus Sátiras; el mismo confiesa que en su niñez fue más aficionado al trompo que al estudio.

La forma del juguete era la misma clásica, entre griegos y romanos presentaba angostas molduras o fajas paralelas, desde la punta hacia arriba. Los habitantes de Grecia lo conocían con el nombre de «stróbilios».

Durante largo tiempo fue asiduamente practicado por chicos y muchachos en la ciudad, los pueblos y el campo. Fue uno de los juegos favoritos en los recreos de la escuela, entre clase y clase, como también lo fue el «juego de bolas». Por el pequeño espacio necesario, ambos eran los juegos más usuales entre los escolares. Tampoco era raro ver a éstos en las calles, con el trompo y el cordel de pita de algodón en el bolsillo, listos para hacerlo girar y entrar en competencia para ganar una moneda que pronto les proporcionaría la golosina preferida.

El trompo tiene forma de pera invertida, de cinco a seis centímetros, con el extremo casi agudo, donde se coloca un clavo sin cabeza para formar la punta, como de un centímetro de largo. Han sido infructuosas las averiguaciones realizadas para saber en que época, aproximadamente, llegó a Santa Cruz este juego, pues no hemos encontrado referencias anteriores al siglo XX.

Hubo en la ciudad más de un tornero especializado en la fabricación de trompos. Al parecer, el más conocido fue don Cayetano, que los trabajaba con esmero en su torno primitivo. Además, algo muy importante, sabía centrarlos con exactitud, o sea colocar la punta metálica roma, hecha con un clavo, de manera que el trompo girara perfectamente y con suavidad. Cuando el juguete cumplía esta condición los aficionados decían que estaba «seda» (por aquello de suave como la seda). Al contrario, cuando un trompo era inestable al girar, estaba o era «cucarro». Se prefería los de guayacán, tajibo, corazón de naranjo y otra madera dura y pesada.

Mediante una técnica especial debía ser liado con una cuerda, cuyo extremo se sujetaba en un dedo. Se lo hacía girar lanzándolo con la mano en un movimiento apropiado. Dos formas de juego eran las preferidas por los muchachos.

La primera forma se denominaba «cordel», y consistía en colocar una moneda sobre el suelo y acertarle con la púa metálica del trompo al ser lanzado. Para la segunda forma, se trazaba una línea a cierta distancia de la moneda, desde el suelo se recogía con la mano el trompo ya girando y se trataba de hacer avanzar la moneda hacia la línea, tantas veces como fuera posible; finalmente, y al volverse lento el giro, se «emborrachaba» el trompo colocado sobre la palma de la mano con un movimiento circular de ésta para dar a la moneda el último envión con una «petaca», es decir, un golpe con la cabeza del trompo. La operación se repetía por turnos.

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