Carrera de caballos

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Las antiguas carreras de carros de combate dieron lugar, después, a las practicadas por jinetes en sus cabalgaduras, primero en grupos y luego en parejas, a lo que fueron muy aficionados los pueblos asiáticos. Como muchas otras diversiones populares, cruzando Europa llegaron a España que, naturalmente, las transmitió pronto al continente americano.

Una prueba de esto nos la da el informe de Francisco Ortiz de Vergara, gobernador del Paraguay, que en 1565 pasó de allí a Charcas y desvió su ruta para visitar los restos de la incendiada ciudad de Andrés Manso, Santo Domingo de la Nueva Rioja. Dice Ortiz de Vergara que las casas estaban muy separadas, algunas veces «a una carrera de caballo una de otra». Esta era la distancia determinada para los caballos en las carreras por parejas, calculada en doscientas varas castellanas (aproximadamente ciento setenta metros).

En los últimos decenios del siglo XIX y primeros del siglo XX, hasta donde sabemos, tenían mucha expectativa las carreras en el Palmar del Oratorio, a las que concurrían jinetes de las cercanías así como de la ciudad. Tanto en ésta como en los poblados de provincias se contaba con las pistas («canchas», les llamaban) para tal objeto, y se las conocía simplemente como «las carreras». Subsisten aún en algunas partes.

El pueblo solía decir «carreras de caballos» y eran casi infaltables en festejos, sobre todo en las provincias donde la «cancha» estaba cerca. Esta «cancha» era la pista ubicada en alguna pampa; consiste en dos vías paralelas de aproximadamente medio metro de ancho, distantes como metro y medio una de otra, y de alrededor de ciento setenta metros (doscientas varas) apto para la competencia. A los lados de la «cancha» se sitúa el público, principalmente a la altura de las líneas de partida y llegada, para alentar a sus favoritos y cruzar apuestas.

La carrera se efectúa por parejas de contendores y con subidas apuestas económicas. Previamente cada par de corredores practican varias partidas de ensayo (largadas como se dice), hasta que lo hacen simultáneamente. Para ello hay jueces de largada, que dictaminan la validez de la misma. También hay jueces de llegada. No se emplea tiempo horario; vence quien primero llega a la línea de meta.

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